Los emoticonos llegaron para quedarse. Y aunque hoy en día los utilizamos cada vez que escribimos algún mensaje en nuestro teléfono móvil o en el ordenador, lo cierto es que el primero no fue originalmente incluido en un texto hasta el año 1982, cuando Scott Fahlman, un ingeniero, programador y profesor de la Universidad Carnegie Mellon, tuvo la ocurrencia de escribir un correo electrónico incluyendo los dos primeros emoticonos tal y como los conocemos en la actualidad: un símbolo de dos puntos, un guión y un paréntesis abierto (para la cara triste), y con el paréntesis cerrado (para la cara feliz).
Hoy en día todos estamos familiarizados con el emoticono sonriente y su poder para alegrar nuestros mensajes de texto, chats y correos electrónicos. Aún cuando no tendamos a utilizarlos, sabemos lo que significan. Y a los típicos emoticonos que en los teléfonos más antiguos introducíamos a modo de mensajes de texto, hoy contamos con la posibilidad de incluir auténticos dibujos a modo de iconos.
Es más, su uso se ha extendido tanto que, de acuerdo a los investigadores, nuestros cerebroshan empezado a responder a ellos como si fuesen caras reales. Según un estudio publicado en el año 2014 en la revista Social Neuroscience, cuando miramos los emoticonos podrían desencadenar la misma respuesta de reconocimiento facial en las partes occipitotemporales del cerebro que tiene lugar cuando miramos el rostro real de otras personas.
Pero no se trataría de una respuesta innata, sino aprendida. Es decir, consiste en una respuesta neuronal creada culturalmente, lo que significa que nuestro cerebro se ha adaptado para reaccionar a los emoticonos que vemos en la pantalla del teléfono móvil o del ordenador de la misma manera a como lo haríamos con las expresiones en rostros humanos reales, lo que sorprende muchísimo a los estudiosos.
Además, los investigadores han descubierto que no todos los emoticonos son iguales. La reacción neuronal cambiaría significativamente dependiendo de si las personas están o no mirando la versión más familiar del emoticón sonriente.
Por ejemplo, mientras que los símbolos más tradicionales ‘:)’ y ‘:-)’ sí consiguieron activar los mismos mecanismos específicos de caras que se utilizan para procesar rostros reales, los símbolos no estándar como ‘(-:’ no lo hicieron. Los investigadores creen incluso que nuestro cerebro podría rechazarlo como si de una abominación se tratara, ya que las áreas del mismo que participan con mayor facilidad en la percepción de la cara no son capaces de procesar la imagen como un rostro.
Para llevar a cabo esta investigación a un total de 20 participantes se les mostraron imágenes de rostros humanos reales, emoticonos de caras sonrientes y una serie de personajes sin sentido. Se encontró que solo cuando los emoticonos fueron presentados en la forma de comunicación digital común o convencional, la puntuación fue interpretada como una cara sonriente.
(Muy Interesante)