Tras una pausa de casi un año, la otrora belicosa líder opositora Keiko Fujimori regresó a la arena política peruana con un inédito tono moderado y conciliador, a casi seis meses de las elecciones generales.

La primogénita del encarcelado expresidente Alberto Fujimori proclamó el viernes su “retorno 100% activo” a la lucha política, en medio de líos judiciales que la tienen bajo arresto domiciliario y después de que su partido perdiera la hegemonía en el Congreso peruano.

“El fujimorismo está en un mal momento, está dividido, todavía el papá está en la cárcel. Keiko está judicializada, tiene prisión domiciliaria, tiene una menor bancada en el Congreso, no está fuerte”, dice a la AFP el analista político Luis Benavente, director de la consultora Vox Pópuli.

Días antes de su retorno, Keiko rompió un silencio de nueve meses para apoyar sorpresivamente a su gran adversario, el mandatario peruano Martín Vizcarra, ante una moción de destitución en el Congreso que no prosperó.

“El apoyo de Keiko a Vizcarra lo vi como un intento desesperado de portarse bonito para ver si podía beneficiarse con algo bonito”, indica Benavente.

El analista Fernando Vivas destaca que así como el partido fujimorista Fuerza Popular (derecha populista) no se sumó al intento de cesar a Vizcarra, “a pesar de la inquina que le tienen”, tampoco apoyó otros recientes “excesos” de la oposición en el Congreso.

“Hay pues, ya un diseño de campaña, que por lo menos, busca destacar la responsabilidad y la mirada de largo plazo, que no abunda en las otras bancadas del Congreso”, dice Vivas en una columna en el diario El Comercio.

“Estrategia de campaña”

De 45 años y madre de dos niñas, Keiko es una de las figuras prominentes de la política peruana que están bajo la lupa de la fiscalía en el escándalo del gigante brasileño de la construcción Odebrecht, que también salpica a cuatro exmandatarios peruanos.

Keiko niega haber recibido dinero ilegal para sus campañas.

Dos veces candidata presidencial, en 2011 y 2016, anunció una “pausa” en la actividad política el 18 de diciembre de 2019, en medio de las batallas judiciales que la llevaron a prisión preventiva por más de un año. Fue excarcelada el 4 de mayo, pero quedó bajo arresto domiciliario.

Líder política que actuaba sin contemplaciones, Keiko era considerada la persona más poderosa de Perú entre 2016 y 2018, cuando su partido maniató al entonces presidente, Pedro Pablo Kuczynski, hasta forzarlo a renunciar.

Pero no tuvo éxito en los intentos por dominar a su sucesor.

Tras varios choques, Vizcarra disolvió constitucionalmente el Congreso hace un año y convocó a nuevos comicios legislativos. En ellos el fujimorismo cosechó su peor resultado electoral en dos décadas: 15 escaños, frente a los 73 (de un total de 130) ganados en 2016.

Los analistas dicen que otros partidos de derecha populista amenazan con arrebatar votos al fujimorismo en las elecciones presidenciales y legislativas de 2021.

“Ese contexto político de derecha popular es competitivo, creo que no le da cabida al fujimorismo”, indica Benavente.

“La prudencia antipopulista [de Keiko] se enmarca, por supuesto, en una estrategia de campaña hacia 2021”, dice Vivas.

Un sondeo de Ipsos ubica a Keiko en tercer lugar de cara a las presidenciales, con 7%. En la punta figura, con 23%, un novato en política: el alcalde del distrito limeño de La Victoria, George Forsyth, exarquero del popular club de fútbol Alianza Lima.

Aunque Keiko no ha dicho que será candidata en 2021, es la líder indiscutida de su partido. Además, no tiene impedimentos para postularse, pues no ha sido condenada.

 “Como Huáscar y Atahualpa”

Parte de los problemas del fujimorismo derivan de una enconada lucha fratricida entre Keiko y su hermano menor, Kenji, quien era un legislador muy popular hasta que perdió su escaño en 2018 por maniobras de su hermana.

Se enemistaron por desacuerdos sobre la vía para conseguir la liberación de su padre, de 82 años, condenado en 2009 a 25 años de prisión por crímenes contra la humanidad y corrupción bajo su gobierno (1990-2000).

Se especulaba que ambos podrían enfrentarse en las urnas en 2021, pero el benjamín del clan está retirado de la política.

Keijo y Kenji “entraron en un enfrentamiento muy fuerte que en esta parte del territorio no se veía desde Huáscar y Atahualpa”, dice Benavente, en alusión a los príncipes que libraban una guerra civil por la corona del imperio inca cuando llegaron los conquistadores españoles, en el siglo XVI.

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