Las autoridades cubanas arrancaron este martes con un plan de medidas estrictas por 15 días en La Habana para combatir un rebrote del nuevo coronavirus y acabar con la propagación de bajo nivel, pero persistente, en la capital.

Desde las siete de la noche hasta las cinco de la mañana no podrá circular ningún automóvil ni transeúnte por la ciudad, dispuso el gobierno. La urbe además estará “cerrada” hacia otras provincias en cualquier horario y se instarán puntos de control para evitar movimientos.

Paralelamente, los comercios no podrán vender a personas que no sean vecinos de cada municipio —La Habana tiene 15— y deberán operar sólo hasta las cuatro de la tarde. Además se volvió a limitar la asistencia de personas a los puestos de trabajo no esenciales, que habían comenzado a retornar con una relativa flexibilización en julio.

Los infractores recibirán multas de 3,000 pesos cubanos (unos 150 dólares) o se enfrentarán a los tribunales.

También se pararán miles de vehículos de la flota estatal en un país en el que los carros de las entidades son tan o más numerosos que los de propiedad personal y sirven para mover a personas a centros de trabajo o realizar gestiones. Mientras, se solicitó a los particulares evitar circular en el horario diurno.

En La Habana, con dos millones de habitantes, y otras cinco pequeñas localidades del interior con problemas de contagio local no comenzaron las clases, por lo que 355,000 estudiantes del 1.7 millón de matriculados en todo el país que sí lo hicieron este 1 de septiembre se quedaran en casa estas dos semanas. Tampoco opera el transporte público.

Las medidas se sumaron a las de ámbito nacional que se mantienen, como la cancelación de los vuelos comerciales o restricciones al turismo.

Las otras provincias del país continuarán en su fase de flexibilización de la cuarentena, pues algunas de ellas llevan meses sin reportar casos y las autoridades esperan que el COVID-19 no se extienda.

“Necesitamos que a nivel de cuadra, de circunscripción, de consejo popular y de municipio, que es a donde se resuelve esto, haya un acompañamiento a las medidas, que por haberlas declarado por sí solas no se cumplen”, dijo el presidente Miguel Díaz-Canel sobre la situación de La Habana en una reunión reportada por medios de prensa oficiales la víspera.

Tras el inicio de la pandemia en marzo y un primer pico en abril y mayo, Cuba llegó a reportar una jornada de cero contagios, por lo que en julio se produjo una flexibilización y posterior rebrote.

Este martes el director de Epidemiología de la isla, Francisco Durán, informó que se habían detectado 33 nuevos positivos de COVID-19 para un acumulado de 4,065 y de ellos 95 muertos, uno en esta jornada. Hay 573 casos activos.

“Vamos a exigir con mucho rigor para que nuestro país exhiba los resultados que se merece”, manifestó Durán.

Cuba se enorgulleció de su extenso sistema de salud primaria gratuita y universal que a través de un estricto aislamiento de los casos y un chequeo casa por casa logró contener el colapso de sus instituciones y los altos índices de mortalidad por COVID-19.

No hay antecedentes de la aplicación de toques de queda en La Habana en las últimas décadas, ni siquiera en los momentos políticamente duros del enfrentamiento de la isla con Estados Unidos.

“No tengo recuerdo algo así en época de revolución. Tal vez en algún lugar para algo específico, pero no en la ciudad de La Habana. Recuerdo claramente la crisis de octubre y no hubo algo de esta naturaleza”, dijo a The Associated Press, el analista y exdiplomático cubano, Carlos Alzugaray.

(Listín Diario)
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